Cuidar mi suelo pélvico… 

¿Por qué no?



SANDRA DE LA FUENTE SEIVANE

CENTRO DE FISIOTERAPIA EOS 



Si alguna vez habéis visitado a un fisioterapeuta, o médico, o casi cualquier profesional sanitario, sabréis que en una primera visita se hace una entrevista clínica. Esas en las que no paramos de preguntar y preguntar. Que si dónde te duele, que si desde cuándo, que qué tipo de dolor es… Pues como fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, entre las cuestiones que yo suelo preguntar están las de: ¿Tienes dolor menstrual? ¿Tienes dolor durante las relaciones? ¿Notas alguna vez pérdidas de orina?

Pues lo llamativo de esto es la respuesta que más escucho. “No. Bueno, sí... pero lo normal”. Lo normal. Entonces, con una sonrisa, incido: ¿Qué quieres decir, con “lo normal”? “Bueno, dolor de regla tengo, pero lo normal… O sea, que no me impide ir a trabajar ni nada... “ “Dolor durante las relaciones sí, pero solo desde hace unos años... desde que tuve a los niños, pero eso es lo normal, ya sabes...” “Algo de pis a veces sí que se me escapa, que llevo siempre el salvaslip… Pero solo si corro... o si toso… o si me da la risa… Pero es de herencia, a mi madre y a mi abuela también les pasaba, es normal.” Y entonces, con mi tono más solemne, les aclaro que “lo normal” es que no pase.

 

Es interesante ver que hemos aceptado como normal lo que es habitual. Y al haberlo asumido como tal, no nos planteamos que sea motivo de queja, ni que pueda tener solución. Asumimos como consecuencia ineludible que si te ha tocado una regla dolorosa, es lo que hay. O que se has tenido hijos, algún dolor te tiene que quedar. O que las pérdidas de orina, a partir de determinada edad, son inevitables, como si estuviésemos programados para ello. Y podría seguir poniendo ejemplos. Aquí entramos nosotros en la ecuación, porque sí hay alternativa.

 

Vale, ya sabemos que existe un tratamiento que nos puede ayudar, pero... ¿en qué consiste una sesión de fisioterapia de suelo pélvico?

Antes de nada, aclararos que somos conscientes de lo invasivo e incómodo que puede resultar el tratamiento. Nunca perdemos de vista esta premisa, y buscamos crear un ambiente lo más acogedor posible. Porque nuestro objetivo es acompañaros en vuestra recuperación, a vuestro ritmo, teniendo en cuenta siempre las características individuales de cada paciente.

Resumir en qué consiste un tratamiento como si fuese un protocolo no tendría sentido ni sería real, porque va a variar en función de los síntomas y de la valoración inicial que realicemos. Pero sí puedo contaros alguna cosilla, para quitarle un poco de misterio al asunto.

Haceos a la idea de que la musculatura del suelo pélvico es eso, musculatura. Y como tal, puede tensarse más de la cuenta, o debilitarse, o las dos cosas… Y esto puede deberse a un parto, a prácticas deportivas, a esfuerzos repetidos durante mucho tiempo e infinidad de causas más.

Además, con esta zona del cuerpo pasa una cosa curiosa: como no solemos hacerle caso, nuestro cerebro se desentiende de ella con mucha frecuencia, y a veces hay que recordarle que está ahí, para que seamos conscientes de ella y funcione correctamente. Esto se llama propiocepción.

Además, cabe la posibilidad de que tengamos en la zona alguna cicatriz, que podría estar un poco engrosada, o demasiado corta, o incluso ligeramente adherida. 

 

Todo ello puede mejorarse, como en cualquier otra parte del cuerpo, con técnicas que relajen el tejido y con ejercicios específicos. Para ello, la parte más novedosa del tratamiento (si lo comparamos con la fisioterapia habitual) es el tratamiento intracavitario. O en palabras más comprensibles, el tratamiento interno (vaginal o anal) que se aplica. Que es lo que más miedo y rechazo suele provocar. Y en realidad, no se corresponde a la experiencia que se vive luego. Yo siempre les digo a mis pacientes antes de iniciar el tratamiento por vía interna, que el peor momento de todos es el tiempo que pasa desde que les digo que vamos a empezar (mientras yo me pongo los guantes) hasta que empiezo con el tratamiento. Esos 30 eternos segundos en los que se les pasa por la cabeza de todo. Y casi nada bueno. Y cuando llevo 2 minutos de tratamiento me dicen: “Ah, ¿pero va a ser todo así?” Y les confirmo que todo así no, pero parecido. Y respiran aliviadas “Ah, bueno… Entonces no es para tanto!” Y ya está. Porque el límite siempre lo pone el paciente. Molestia, puede ser. Dolor, no.

Aquí os podéis encontrar con muchas variantes en el tratamiento, dependiendo del terapeuta y de lo que vaya mejor en vuestro caso en concreto. Se puede realizar con técnicas manuales, instrumentales o con ayuda de aparatos que nos permiten medir la contracción muscular que el paciente está consiguiendo. Cada vez hay más novedades en aparataje, pero en esencia, todos parten de estas bases: valoración individualizada y tratamiento respetuoso.

Como la postura es fundamental para todo, es importante lograr un buen reparto de las presiones que soporta el cuerpo, para que el suelo pélvico (ni ninguna otra zona) estén sufriendo cargas excesivas, por lo que seguramente en el tratamiento vayan incluidas técnicas de corrección postural, ejercicios, consejos para casa y lo que a vuestro fisioterapeuta le parezca necesario.

 

Se me queda en el tintero un montón de información, porque esto que os acabo de contar, es solo una primera aproximación al mundo de la fisioterapia en suelo pélvico (pelviperineología, para los entendidos). Pero el tema es demasiado extenso para contaros todo del tirón, así que habrá más artículos en el blog, profundizando de forma más específica en alguno de los aspectos por los que yo solo he pasado de puntillas. Y sobre alguno que ni siquiera he mencionado. ¡Queda mucho por contaros!

 

Pero si es tan accesible, y los resultados son positivos, entonces ¿por qué no cuidamos de nuestro suelo pélvico? Pues parte de esta situación viene dada porque hasta no hace mucho era un tema tabú, y las personas afectadas no hablaban de ello. Y si no se habla, es que no pasa. Y otra parte del origen es el desconocimiento entre el público general de la existencia de la fisioterapia en pelviperineología. Aquí entonamos un “mea culpa”, porque es cierto que nos publicitamos poco, e incluso entre otros profesionales sanitarios se desconoce el trabajo que podemos realizar, y las mejoras que se consiguen. Aunque sería injusto generalizar, porque sé de buena tinta que entre nuestro colectivo, hay gente que lleva tiempo divulgando las posibilidades que ofrece esta especialidad, y se lo agradecemos infinitamente. Por eso este artículo: Otro granito de arena para ayudar a que se visibilice más.

 

Así que si tenéis algún síntoma que os esté restando calidad de vida que tenga relación con vuestro suelo pélvico, y decidís tratarlo, fantástico. Y si decidís no hacerlo, que no sea por miedo al tratamiento, ni por desconocimiento del mismo. Ni mucho menos por la resignación de que es lo que toca, y hay que aguantarse, porque es “lo normal” ¡Aquí estaremos!