LA INCOMPRENDIDA CURVA LUMBAR
Sandra de la Fuente Seivane
Uno de los papeles fundamentales del suelo pélvico, a parte de la contención de la orina, o su función sexual, es su función postural. Por ello, cuando hablamos de su tratamiento, uno de los pilares más importantes es la mejora de la postura global, para conseguir un entorno favorable para la pelvis en general, y para el suelo pélvico en particular.
En este sentido, algunos consejos son bien intencionados, pero hay casos en los que la intención no es suficiente. En muchas ocasiones, el problema más grande es que partimos de supuestas certezas que nos han enseñado de forma imprecisa, o que no hemos entendido bien, y como estamos convencidos de que esa es la mejor manera de hacer las cosas, damos directrices con convicción y con argumentos que parecen ciertos... Pero a veces hay que matizar para que estos consejos no acaben haciendo más daño que favor. En concreto, me refiero a uno de los más repetidos: para mantener una buena postura, o para realizar bien los ejercicios, hay que aplanar la curva lumbar. Pero esto no es verdad del todo. O no siempre. Como en muchas otras facetas de la vida, no todo es blanco o negro. A veces un gris es la opción perfecta.
Empezando por el principio: ¿cómo tiene que ser una columna vertebral equilibrada? Vista desde atrás, es cierto que la columna vertebral debería ser lo más parecido a una línea recta. Todos hemos escuchado alguna vez lo malo que es “tener la espalda torcida”. Sin embargo, vista desde el lateral, la columna dibuja 3 curvas naturales (en realidad 4, si contamos el sacro, pero nos vamos a centrar en las 3 más conocidas): el cuello hace una curva hacia delante (llamada lordosis cervical), la zona media de la espalda hace una pequeña curva hacia atrás (cifosis dorsal), y por último, la zona más baja hace de nuevo una curva hacia delante (lordosis lumbar).
Estas curvaturas pueden estar ligeramente más marcadas o menos, pero no deberían ser excesivamente pronunciadas, y lo que es más importante, tienen que estar equilibradas entre sí. Esto significa que la línea de gravedad, nuestra línea de equilibrio, estará centrada, de manera que estar de pie suponga el menor esfuerzo posible para el cuerpo. Poneos de pie y probad a desplazar vuestro peso hacia delante, en bloque, de forma que notéis más peso en la parte de delante de la planta del pie. ¿Verdad que a los pocos segundos, ya notáis que el cuerpo se empieza a fatigar? Eso es porque estáis fuera de vuestra línea de equilibrio ideal. Lo mismo ocurriría si trasladáis el peso hacia atrás. Vivir con una postura
fuera del punto de equilibrio es muy cansado, y el cuerpo no está diseñado para derrochar energía de forma innecesaria.
Entonces, si lo importante es que esa línea central esté en equilibrio, ¿para qué tener curvas en sentidos opuestos en la columna, en lugar de una línea recta? Sería más sencillo, ¿no? No os lo niego, pero aún nos faltan piezas del puzzle para entender para qué tenemos lordosis y cifosis. Vamos a ello.
A lo largo del día, levantamos pesos, caminamos, corremos... Todo eso son impactos o microimpactos que nuestro cuerpo recibe, todo el día, todos los días, toda nuestra vida... y para que las articulaciones no sufran, tenemos un excelente sistema de amortiguación desde la cabeza hasta los pies que los disipa. En realidad, podríamos dibujar el cuerpo como si fuese un sistema mecánico, con plataformas horizontales apoyadas sobre muelles. Pues el diseño de nuestra columna responde en gran medida a esta necesidad de amortiguación: nuestras curvas cervical, dorsal y lumbar, funcionan como muelles, que absorben y distribuyen los impactos de manera que no sobrecarguen en ningún momento las pequeñas articulaciones de las vértebras. Y al mismo tiempo, estas curvaturas de la columna aumentan nuestro rango de movimiento. Esto quiere decir, que cuanto más planas las curvas, menos amortiguación, menos capacidad de movimiento, más sobrecarga articular. No suena bien, ¿verdad?
Entonces, cuando me dicen que mi lumbalgia es porque tengo una curva lumbar demasiado pronunciada, ¿no es cierto? ¿No tengo que corregirla? No, no. No digo eso. Ni blanco, ni negro. Vamos a buscar dónde está el gris.
La posición neutra, o dicho de otra manera, la posición natural y de reposo de la columna lumbar es con una pequeña lordosis. Sus vértebras están diseñadas para permanecer la mayor parte del tiempo en esa posición (aunque, claro está, tienen que poder moverse con libertad hacia otras posiciones). Esta curva será más o menos marcada, dentro de unos límites, dependiendo de la genética y de los factores externos que hayan influido en nuestra postura a lo largo de nuestra vida. ¿Por qué se hace tanto hincapié, entonces, en corregirla? Pues porque en muchas, muchísimas ocasiones, esta curva es exagerada por debilidad muscular. Si derrumbamos la postura, es decir, si nuestra musculatura de espalda y abdomen no está activa para contrarrestar el efecto de la fuerza de la gravedad, lo que suele suceder es que el peso del tronco cae sobre la zona lumbar. Esto genera que la curva lumbar se comprima sobre sí misma, plegándose y aumentando su angulación. Esto sí es un problema. Lo que buscamos es una lordosis equilibrada y sostenida, no exagerada y derrumbada.
Si este es el caso, sí tendríamos que corregir la hiperlordosis (o lordosis exagerada), pero... ¿cómo? La manera más intuitiva de hacerlo es con una retroversión pélvica. En palabras simples, nos colocamos de pie, descendemos las nalgas y ascendemos el pubis, de forma que la pelvis bascula hacia atrás, llevándose la curva lumbar con ella y aplanándola. Ya está, ¿no? Pues no. Si hacemos esto es muy probable que no suavicemos la curva, si no que nos pasemos con la corrección y borremos del todo la lordosis, colocando a la zona lumbar en una posición demasiado recta en la que sus discos intervertebrales gestionan peor la presión. Un ratito no pasa nada, pero como postura habitual no nos vale. Además, habíamos dicho que la falta de sostén muscular hacía que la zona lumbar soportase ella sola todo el peso del tronco (más cualquier peso que tengamos en los brazos o los hombros). Si corregimos la curva con una retroversión pélvica no estamos ayudando a eliminar este exceso de carga, y la columna sufrirá igualmente.
La manera más eficaz de normalizar esa lordosis es implicar al resto del cuerpo en la solución. Si nos imaginamos una cuerda colocada en el suelo formando ondas, y tiramos de los extremos, esas ondulaciones se van estirando, ¿verdad? Pues eso es lo que vamos a hacer con nuestra hiperlordosis lumbar. Si nos autoelongamos, es decir, si crecemos como si quisiéramos llegar con la cabeza hasta el techo (ojo: la cabeza, no los hombros), todo el tórax se eleva, y esto atenúa la curva lumbar. De esta forma no vamos a borrar totalmente la lordosis, solo a suavizarla, y además, estaremos disminuyendo considerablemente la carga de peso que soporta la columna. Estaremos implicando a la musculatura de la espalda, al transverso del abdomen, colocando al diafragma en una posición más correcta, y distribuyendo mejor las cargas en general, lo que no solo lo agradecerá nuestra espalda, si no todo el cuerpo, incluido el suelo pélvico.
Con esta misma premisa, podemos hablar de los ejercicios en los que hay que “corregir” la curva lumbar. No necesariamente aplanarla (aunque puede haber ejercicios específicos en los que sí sea necesario), si no colocarla en una posición neutra, estabilizándola con la musculatura, de manera que ante el esfuerzo que vamos a realizar no se venza hacia delante. Si aplicamos esto a la mayor parte de los ejercicios, nos daremos cuenta de que si previo al esfuerzo realizamos una autoelongación, con la activación de la musculatura de espalda y abdomen, no solo estaremos protegiendo la zona lumbar sin necesidad de borrar del todo la curvatura, si no que conseguiremos integrar en nuestro esquema motor esta estabilización muscular. Así, ante las actividades de la vida diaria que impliquen carga, el cuerpo sabrá que tiene que prepararse, activando previamente la musculatura de sostén del tronco, evitando así sobrecargar zonas que no están preparadas para asumir el esfuerzo. Esta idea forma parte fundamental de disciplinas como yoga o pilates, o la gimnasia abdominal hipopresiva, en las que se hace mucho hincapié en la corrección postural. Pero la podéis incluir en casi cualquier actividad que realicéis, sea bailes de salón o pesas en el gimnasio.
Rectificar en exceso la lordosis lumbar, como ya véis, no es positivo. Y el suelo pélvico es uno de los que más sufre esta hiper-corrección, ya que aumenta las presiones que tiene que soportar y éstas se distribuyen de manera poco favorable, se facilita el descenso de los órganos pélvicos y la capacidad de contracción de su musculatura disminuye. Por tanto, curva lumbar sí, pero controlada, estabilizada y flexible. Y esto nos ayudará a mejorar la postura global, más erguida, más estable. Así tendremos mayor fluidez en los movimientos, mejor porte, mejor dinámica muscular, menor riesgo de lesión, y además seremos un poquito más altos. Todo ventajas, ¿no?
A conseguir esta y otras mejoras posturales pueden ayudarte tanto desde las clínicas de fisioterapia, como en disciplinas deportivas con monitores bien formados. Mimemos nuestra sufrida curva lumbar.